miércoles, 20 de agosto de 2008

roma

un hombre le ruega a su esposa que lo mire
al afeitarse
es un huesped eterno
en esa casa
donde vuelan por la noche
los billetes
desvalijados por sus hijos esclavos
marítimos
espontáneos
arqueados
expertos
en divisar
la falta
en la adversidad
de remotas intemperies

un hombre está cansado
si no está en casa
una mujer sabe acompañar
se
estampa
contra los vidrios
nunca

puede estar sin decir
la verdad

Los pechos crecen
el corazón se hiela
para estar ahí
con ese hombre
que ni lo es

él no habla el idioma

Lo comentará hasta el hartazgo
lujoso
de las vitrinas donde trabaja

Los muerciélagos la atacan
porque es
de todas
la más gimnástica
la más espinosa
la más fuerte

Perfumada por un diablo
los hombre la acomplejan

Por fin descubrimos
gemelas al espejo
que estamos casadas
al mismo marido
somos divinas
prácticas
actrices y rompedientes
de alguien
perplejo
asustado en el cuarto de juegos
con un pecho
poderoso
un latir de corazón musical
y una obsesión de no tener nunca jamás
barba

jueves, 7 de agosto de 2008

berlín

El sol me pega fuerte en la cara
justo cuando menos lo necesito.
¿Soy como un producto casero o como un producto envasado?
Todo lo que pruebo es delicioso adentro mío pero quiero que sea siempre mío.Siempre dentro de mí.
Observo a las parejas en las estaciones de tren, a los hombres de oficinas que hacen chistes para ocultarse mutuamente un pensamiento recurrente sobre las manos de sus esposas allá
enguantadas
¿No sería más positivo guardar en carpetas las respuestas a las preguntas importantes que alguien nos hace? Quiero no pensar nunca más en la vida. Me quedan cientos de frutas por descascarar.
Esta gente no quiere mirarme a mí que me toco el pelo para que no se olviden de que existo. Soy inocente.
Un par de niños me venera. Ellos hablan de dignidad, de derechos humanos. Yo creo que son insportables. Pero a menudo puedo llegar a creer eso sobre los que quiero. Mañana podrían ser mis hijos amantes. Yo quisiera estar rodeada de niños ayudantes que me digan qué excusas puedo dar a los guardias de las puertas de los lugares a donde quiero entrar. Ellos me pedirían pasteles, que sólo valen por su altura y por su parecido con las esponjas de baño. Ellos me dirían la verdad. Me dirían que soy yo quien debe estar aquí. Que no me equivocaba. Que siempre voy a ser mirada.
Podría renunciar a mis uñas, a la crema, a las frutas secas, a las motos, a las palmeras, a los skies, a los carnavales, a los laberintos, a los perros, a los cómics, al bowling, al fernet, a las malas palabras, a usar brillos en la ropa, a la cerveza, al sandwich de milanesa, a la margarina, al autocine, a hacer dedo, a pedir deseos con pestañas, monedas, fuentes, trenes. Renunciaría a todo eso (aunque no me cueste casi nada hacerlo) sólo para que alguien esté ahí y me vea llorar todas las noches.