lunes, 27 de octubre de 2008

Hay unos que se abrazan ahí enfrente y forman una cruz con los brazos y se agarran la manos. Y otro que riega las plantas después de un día de lluvia. Y un árbol que se nos podría caer encima en cualquier momento. Y mi papá que compró acciones de una marca de desodorante japonesa y no para de hablar de eso. Y mi mamá que la miro y presiento que un día se va y no vuelve más.
Y bajo al garage y hay una moto que nunca vi. Bajan papá y mamá y dicen “es para vos” y yo los miro. No puedo decir nada. No tengo registro de moto. Pero papá me lee el pensamiento y me dice que me trucharon uno. “Que la pruebe, que la pruebe” cantan los dos unas tres o cuatro veces. Yo sonrío mirando para otro lado pero creyendo que les sonrío a ellos. “No sin un casco” oigo salir de mi boca. Ok. No me esperaba decir eso pero lo digo y en definitiva está bien. No me conviene salir sin casco. “Uy sí” dice mamá. Parece que se les pasó el tema del casco.





Se colgaron mucho tiempo con eso. 42 días después papá llega a casa con una bolsa papel madera. Adentro un casco que era de un compañero de trabajo. Parece que él había tenido moto pero el hermano murió en un accidente de moto en Misiones y él no quiso volver a usarla y la vendió pero se quedó con el casco. Y finalmente se lo vendió, prestó o regaló a papá. No sé. Hace un calor tremendo pero yo me calzo el casco igual y me voy a ver al espejo. Tengo puesto un vestidito negro que me marca bastante las curvas. Me identifico con Cameron Díaz. Papá y mamá me acompañan hasta la puerta y me aplauden mientras me alejo con la moto.