miércoles, 28 de mayo de 2008

Sonia

Sonia se estaba cambiando en su habitación. Tenía puesto un corpiño violeta de encaje, estaba mojado por las gotas que seguían cayendo del pelo. Sonia se secaba mal, se enjuagaba mal y entonces cuando salía de la ducha le quedaban algunos restos de crema de enjuague en la oreja, y jabón en la pierna y el pelo empapado y agua por todo el cuerpo y en el piso y en las cosas. No aguantaba e iba poniéndose la ropa, por eso todo quedaba húmedo. Pero Sonia era limpia y se bañaba sin excepción todos los días. Se intentaba subir unas medias largas color ocre. Cómo odiaba esas medias pero todavía no tenía una buena solución para dejar de usarlas. Eran las que mejor quedaban con ese trajecito que tenía que usar todos los días. Al traje no podía odiarlo ni sentir nada por él. Ya era parte de su cuerpo y le quedaba muy cómodo. Lo más cómodo que había usado en su vida, sin duda alguna. Sonia estaba llegando tarde. Ella no se veía en el espejo enorme contra la puerta del placard. Si se hubiera visto hubiera sabido de los juegos que hacía la luz con su piel blanca y cómo los ojos parecían verdes más de lo habitual. Escuchaba música. Era lo primero que hacía cuando se despertaba, poner algo que la tirara bien para arriba y la escuchaba en la ducha y después desconectaba el aparatito y lo enchufaba en el cuarto. Con los peligros que representa una chica mojada descalza y la electricidad. Sonia pensaba en su apuro, en llegar rápido, en tener una llegada tarde más este mes, en lo lleno que estaría el subte. Porque diez minutos después el subte se pone terrible (otra buena razón para llegar temprano). La verdad, era una suerte para ella poder estar pensando todas esas cosas mientras se vestía porque cuando no pensaba en eso Sonia se angustiaba muchísimo. Pensaba mucho en sus fracasos, en todos. Sentía un nudo en la garganta y quería llorar casi todos los días por esos fracasos. Últimamente intercalaba prolijamente en su cabeza los fracasos recientes de la semana con fracasos muy lejanos de la infancia o la preinfancia, que eran toda una novedad. Es penoso pero de afuera se ve simpático: todas esas imágenes de la pequeña Sonia equivocándose una y otra vez, humillándose en frente de extraños o de conocidos, llorando por todos lados. Sonia llora mucho desde los dos años aproximadamente. Todos habían pensado que sería una niña de temperamento tranquilo y equilibrado porque de bebé no molestaba a nadie. Cuando estaba despierta (que no era tan seguido) se reía y le mostraba los nuevos dientitos a cualquiera o hacia una especie de vuelta carnero con la cual la gente se asombraba y decía a sus padres que tenían que llevarla a un show de talentos: la bebé acróbata. Debe haber miles de esos bebés en el mundo. Después de chiquita la intentaron mandar a clases de acrobacia, gimnasia deportiva, gimnasia rítmica, gimnasia artística, destreza física, danza teatro, comedia musical pero ahí fue cuando ella empezó a llorar sin parar. Las profesoras no sabían cómo manejarla y la iban pasando de grupo en grupo hasta que la institución gentilmente pedía que la retirasen, que mejor se le buscara un lugar más adecuado para ella. Casi todas las escuelas tienen el mismo discurso cuando tienen un alumno difícil de controlar, ¿dónde lo aprenden? Sonia nunca pudo modelar su cuerpo porque en los primeros años lloraba en las actividades y después nunca intentó. No era gorda tampoco flaca. Ella no pensaba mucho en su cuerpo pero con esto de mirar cada fracaso puntual de su vida empezó también a sufrir por la forma de su cuerpo y se anotó en un gimnasio. Fue hasta la puerta con mucho miedo de llorar. Usó calzas verdes para ir y después se arrepintió. Sorprendentemente no lloró y siguió la clase muy bien, aunque nadie la felicitó ni le dijo nada. A partir de ahí empezó a ir dos veces por semana. No se ven grandes cambios en su cuerpo pero, nunca se sabe.
En ese momento no pensaba en ninguna clase de fracasos y eso que ya los tenía clasificados según su naturaleza (amorosos, afectivos, académicos, físicos, mentales, psicológicos, laborales, económicos, visuales, privados, públicos, mixtos, especiales, otros) y así los iba archivando en su mente bien apretados para que nunca se le olvidaran y pudiera acceder a ellos como si estuvieran todos subidos a Internet. Esa no es una mala idea. Sólo pensaba en su retraso y en cómo el agua entorpecía la tarea y no le dejaba ponerse crema en las piernas. Ese consejo de la crema se lo había dado una compañera del gimnasio que era actriz y le decía que la piel tenía que brillar. Ese día decidió no ponerse crema, aunque en realidad todos los días estaba demasiado apurada para hacerlo. Tenía un pie en la media cuando abrieron la puerta. Era su papá que se quedó paralizado como un tonto al ver a su hija cambiándose. Ella tampoco pudo reaccionar para taparse. Después él pidió disculpas y se fue. ¿Qué siente un padre al ver el cuerpo semidesnudo de su hija joven? ¿Culpa? ¿Orgullo? ¿Asco? ¿Admiración? ¿Excitación? ¿Molestia? ¿Nostalgia? ¿Miedo? ¿Nada?
Sonia se puso de muy mal humor. Esto no hizo más que retrasarla otros cinco minutos. Se puso la camisa contando el tiempo en voz alta. Tenía un plan: hacer todo lo que le quedaba en sesenta segundos. La camisa, abrocharla, la pollera, lo que quedaba de la otra media, el saco haciendo juego, el prendedor, el pañuelo, los zapatos, cepillarse el pelo, ponerse desodorante, ponerse perfume, delinearse los ojos, ponerse rimel y rubor, hacerse un rodete, guardar en la cartera el celular, el reproductor mp3, las pastillas de menta y anís, las llaves de la casa, el kit de maquillaje, los cigarrillos, el encendedor, la agenda, la birome, la billetera. Tardó unos 85 segundos, nada mal para ser Sonia. Cuando llegó al subte se empezó a relajar. Era tan tarde que ya estaba vacío de nuevo. Con el subte así sentada se puso a leer el diario que le repartieron cuando subió. Pensó en tres fracasos al mismo tiempo y sintió ganas de llorar. Pero un nene la estaba mirando, tenía puesta una camiseta de un equipo de fútbol uruguayo. Sonia se aguantaba el llanto mientras veía que el nene se estaba riendo de ella. Estaba segura de que ese niño era el diablo. Cuando bajó del subte le agarró mucho frío y no supo por qué, pero empieza a reírse. Miró para atrás y sus fracasos no la estaban persiguiendo más. Se habrían quedado en el subte. Ella los quiso buscar durante un rato más, pero después se dio cuenta de que estarían bien sin ella. Después pensó en su papá con cara de tonto, mirándole las tetas. Se las agarró un poquito y un tipo la miró como diciendo: “en esta ciudad estas cosas no se hacen”. Ella le sacó la lengua, pero fue tan sutil que el tipo nunca se dio cuenta. Entró en la oficina y trabajó en la computadora todo el día.

lunes, 19 de mayo de 2008

Opening night

El comité la recibió con los brazos abiertos. Todos listos para abrazarla, literalmente. Eran 42 y estaban parados uno al lado del otro con sus vestidos de gala y sus smokings. Nunca la habían abrazado tantos hombres. Cuando le tocaba una mujer descansaba y se entregaba a ellas como si fueran hermanas o primas. Pero cuando venía un hombre sin importar su aspecto físico o su magnetismo sentía con fuerza la energía del pretendiente. De un hombre que va a insistir para lograr su cometido. Miró para el costado mientras abrazaba a una chica gorda con vestido de pana verde. Era como caer sobre un sillón espectacular para dormir una siesta espontánea. Quedaban al menos 10 tipos más. Realmente creyó que no podría aguantar. Que le agarrarían convulsiones o un desmayo. Después pensó que ni siquiera iba a aguantar hasta que le diera un ataque. Que no. Por favor. ¿Podía entrar al comité dejando los abrazos por la mitad? ¿O dar la mano al resto de los que le quedaban? ¿Podría abandonar el comité y quizás volver a entrar cuando se sintiera más preparada para el contacto? Estaba dispuesta a hacer de nuevo todos los sacrificios. Incluso de volver a abrazar a todos los que ya había abrazado. Pero que le dieran unos meses más de preparación, aunque sea. Se dio cuenta de que ya había sobrepasado el límite de tiempo con el vestido verde de pana. La miró a los ojos y sonrió. Pasó al siguiente. Era un hombre lindo. Esos hombres que se casan con una mujer que tiene mucha menos belleza que él y todas se preguntan qué habrá hecho ella para capturarlo. Tenía algunas canas, pero eran gris oscuras, y le quedaban bien. Eso pensaba todo el mundo. Incluso ya tenía su pequeña pancita pero su virilidad se sentía en todo el salón. Ahora ella tenía que abrazar a ese hombre. Al más deseado de todos. La mujer estaría mirando y las mujeres del mundo la estarían mirando. Todos los ojos ahí. Cuando tanta gente te presta atención, pueden adivinar lo más íntimo de tu ser en ese momento. No. Ella no estaba dispuesta a desnudar sus sentimientos. No podía abrazarlo aunque tuvieran que matarla, no lo iba a abrazar. De ninguna manera. El tipo le dio la mano y la atrajo hacia él. Le dio un abrazo corto y seco. Ella pudo sentir el desodorante. Era el mismo que usaban su hermano, su papá y su ex novio. Qué raro. Se rió con ruido. El tipo la soltó e hizo una pequeña reverencia. De repente sintió que las mujeres dejaban de mirarla, y que el resto de los abrazos, eran pan comido.

martes, 13 de mayo de 2008

viví pequeñas tragedias hoy (sólo cuento la del tipo que me encajó un super patadón en el subte) pero un martes trece puede ser un día de fortuna, claro que sí.

sábado, 10 de mayo de 2008

Entonces, ¿se puede conseguir un pino que brille en la oscuridad?

Una vez soñé que le pedía a un hombre que no pasaba por mi puerta que descendiera volando de los edificios. Él me decía que ese también había sido su deseo durante mucho tiempo, pero que había descubierto que si otro también lo deseaba entonces nunca se hacía realidad No me culpaba pero me decía que yo nunca sería de las mujeres con las cuales se pondría contento si les piden que las cuide. Me dejaba llorando con muchos pasteles que parecían iguales. Él me dijo: “Es la misma receta pero fueron cocinados por distintas madres. Ahora te dejo porque me voy a ganar un concurso de corazones rotos”.
Estaba en África cuando me desperté del sueño.

miércoles, 7 de mayo de 2008

strech




estas calzas son muy lindas pero me traen mala suerte. Un día me dije "les voy a dar una última oportunidad" como dice Kirsten Dunst en Elizabethtown con un vestido que le queda divino. A ella le sale bien porque pasa la noche en un hotel con Orlando Bloom pero yo no. No sé, las sigo usando o me libero o las empiezo a usar para ir a yoga
p.d. descubrí como hacer enlaces y creo que me voy a hacer adicta a ello.

jueves, 1 de mayo de 2008

twice

quiero que me teman, un poco, ocasionalmente.